lunes, 7 de enero de 2013

Memorial de Castilla. Manuel González Herrero


             Pocos se acordarán, yo mismo era un niño, de que cuando se inició en la década de los setenta el proceso autonómico una de las discusiones políticas más habituales era decidir que territorios pertenecerían a tal o cual comunidad. A muchos les sorprenderá saber que una provincia como Segovia se resistió a formar parte de la futura comunidad de Castilla y León. Este dato tiene cierta importancia para situar este Memorial de Castilla.

           El autor, dentro del contexto de su época fue un castellanista convencido y militante, un regionalista en un sentido del que es difícil no sentir simpatía. Uno reconoce que la palabra nacionalista, fase superior del regionalismo, no es muy de mi agrado. Separados frente a juntos. Si, eso no gustar. Aunque ya se sabe, por otro lado, que mejor solo que mal acompañado. Pero a pesar de esto, uno tal vez por ser castellano no puede evitar leer con mucho interés e incluso simpatía este libro en el que efectivamente se hace un encendida defensa de la particularidad castellana.

          Pero aunque decimos que una de las características del nacionalismo es el necesitar un contrario como afirmación, lo cierto es que el regionalismo que aparece en este libro también tiene un curioso opuesto... el antiguo Reino de León, región con la que finalmente se unió Castilla para conformar la actual  Comunidad Autónoma. En la tesis (histórica) del abogado segoviano se opone el carácter democrático, foral, comunitario y solidario de Castilla y de su pueblo (la primera democracia de Europa) frente a la corona de León, fuente de todos los males patrios posteriores. Si, León, para el autor, a lo mejor está en lo cierto a lo mejor no, representa la herencia visigótica con su código liber, su población mozárabe y unas estructuras sociales donde predominan los grandes propietarios y  la división social estricta.

            La Tesis de González Herrero es que con la unión de las dos coronas a Castilla le fue suplantado su carácter comunero y democrático, representado por instituciones tales como sus jueces de elección popular, sus fueros, su derecho consuetudinario y sus estructuras comunitarias representadas por las  comunidades de Villa y Tierra. Esto sucedió, si no me equivoco, en el siglo XIII y a partir de aquí las cosas empezaron a ir a peor. Es ese espíritu el que pretende recuperar el autor, justamente en una época de años 70-80 de plena efervescencia autonómica.

           Si resulta curioso esa identificación de Castilla con lo foral, lo comunitario y lo democrático, más resulta conocer que es para González Herrero geográficamente Castilla es básicamente montaña. Las llanuras cerealistas de la Tierra de Campos son leonesas. La vieja Castilla, la castilla primitiva y originaria es la que formarían las provincias (o actuales CCAA) de Cantabria, La Rioja, Burgos, Soria, Ávila Segovia, Guadalajara y Cuenca. Las llanuras manchegas y de la Tierra de Campos no forman parte de esta entidad histórica. Yo la verdad es que esto de que Castilla es montañosa no lo veo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario