Tercera novela de McEwan que me leo en tres meses. Desde luego todo un descubrimiento que recomiendo. Si, algo
tienen que tener sus novelas para que
acabes una y quieras empezar otra. Tal vez sea que sus tramas planteen
asuntos interesantes, tal vez que escriba muy bien, tal vez que sus historias reflejen bien el mundo en el que vivimos o tal vez lo que
sea. Sus novelas desde luego se leen muy bien.
Se puede decir que su escritura entra como el agua pese a tener la densidad de
una Paulaner, se me ocurre esta cutre comparación.
Amsterdam me ha vuelto a convencer. Aquí el autor británico
nos cuenta las aventuras y desdichas de unos personajes, a los que les une su relación con una mujer recientemente fallecida. Y de paso nos vamos a dar una vuelta
por la zona del distrito de los Lagos en Inglaterra, para hacer un poco de senderismo, conoceremos los pormenores y recovecos necesarios para construir toda una sinfonía del milenio, nada menos, y también nos adentraremos dentro de las redacciones de los periódicos en esos momentos en los que se decide o no, la publicación de fotos
comprometedoras que pueden cambiar el signo de unas elecciones. Y tras estas historias, asuntos menos terrenales, más filosóficos o éticos, como
el egoísmo, la falta de escrúpulos, el individualismo o en el fondo, el sentido
de la vida, si es que esta tiene alguno. Si todos estos asuntos se tratan en
apenas 150 páginas, muy amenas por cierto, vuelvo a insistir.
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