
En El crucero
de la Chatarra Rodante se nos narra la autobiográfica odisea del autor con su
chica, allá en los felices 20, al atravesar buena parte de la costa Este
norteamericana, de norte a sur montados en lo que sería toda una rareza por
aquellos años: un vehículo, uno de esos autos locos locos, que lleva, claro, el
apelativo de chatarra rodante y que no hace si no dar problemas a esta pareja
de tortolitos. Curioso el retrato que hace de aquellos años. Un solo aperitivo: el aparente desprecio que muestra el autor por los negros. (que por otra parte se portan muy bien con él)