jueves, 23 de febrero de 2012

Viaje al fin de la noche. Louis-Ferdinand Celine


             Dicen que la vida es como tú quieres verla. Y desde luego Celine tenía una mirada algo negativa sobre ella.  Eso al menos deducimos  de la lectura de  Viaje al fin de la noche,  desde luego, un viaje a lo más sórdido del ser humano. Todo negativo nunca positivo. Dicen también que la negatividad atrae más negatividad (esto lo he aprendido viendo a los fantásticos videntes de la TDT) y claro tanta energía negativa al final te pasa factura. Así le sucedió a este hombre, que no tuvo que esperar a su muerte para pasar a enrolar la larga lista de los escritores malditos, exclusivo club al que pertenecen los muertos prematuramente, los adictos a sustancias poco saludables, los autores atormentados por no tener éxito en su carrera, los que pasaron penurias económicas por la razón anterior, los que pasaron depresivos buena parte de sus vidas por todas las razones anteriores. Algunos decidieron irse al otro barrio voluntariamente y antes de tiempo frustrados por negárseles el éxito que creían merecer, por ejemplo John Kennedy Toole, y finalmente está, y este es el caso del autor de Viaje al fin de la noche,  el que no tiene mejor idea que escribir panfletos racistas, antisemitas concretamete, (buhh, esto está muy mal), y encima colabora con un ejército invasor, el de los nazis, sin además haberse asegurado previamente  de que por lo menos iban a ganar la guerra. ¡¡ Colaborar con los perdedores!, !!qué inútil¡¡.


             Lo cierto es que el autor francés ha sido humillantemente tratado y además por su propios compatriotas. Bien, le dará igual, está muerto, pero realmente va a llevar este sambenito toda su vida. Desde luego, acostumbrados que estamos a que cuando llega al aniversario (en este caso los cincuenta años de la muerte del autor) son todo alabanzas y homenajes,  nos encontramos en este caso con  declaraciones como esta del alcalde de París: Celine es un gran escritor, pero un perfecto cabrón . (Bueno, ahora que lo pienso por lo menos dicen que era un buen escritor) . Y no solo ha sido el alcalde, el país entero, al menos el oficial, no ha podido obviar y olvidar este colaboracionismo con los nazis. Normal. 


          En fin dejemos los terrenos de  la política o de la ética y si nos centramos en la literatura las (buenas) opiniones aquí son casi unánimes. Y es que Celine, en su momento, sorprendió con su transgresora obra, y Viaje al fin de la noche, su primera novela, es considerada una de las mejores del siglo y sobre todo de las más influyentes. Desde luego es todo un renovador  que ha influido en posteriores escritores. Habitual es leer su relación con algunos autores de la generación Beat y otro exitoso escritor francés contemporáneo, Houellebecq, también es relacionado con Celine tanto por su estilo cortante y provocador como por su falta de buenas intenciones y de corrección política.

         Viaje al fin de la noche, definitivamente vamos con el libraco, es su obra más conocida y valorada. En mi caso es la segunda vez que la leo. La primera sería hace unos 12-14 años y recuerdo que me gustó bastante y me sorprendió mucho. Su mala leche desde luego me llamó mucho  la atención. También es destacable, y hay que agradecerlo, su falta de pudor al contar las cosas. Celine no pretende caernos bien, no se corta a la hora de mostrarse tal y como es. Muy humano. A lo mejor una persona normal con mala suerte (fue herido en la guerra, y quien sabe, tal vez, esto le trastocara su cerebro), a lo mejor un gilipollas. Pero en todo caso se agradece su sinceridad. 


Trincheras en la Primera Guerra Mundial. http://www.claseshistoria.com/


            La trama de la novela, como en general todas las tramas, no deja de ser bastante simple. El autor nos va desgranando de forma cronológica las peripecias vitales del personaje principal, Bardamu, teniendo la obra toda  la pinta de tener un importante componente biográfico. Comienza la narración en los tumultuosos tiempos inmediatamente previos al comienzo de la Primera Guerra Mundial donde el protagonista se ve contagiado del furor guerrero de las masas y decide enrolarse, sin pensárselo mucho, en el ejercito francés. Pero rápidamente nos muestra que el valor y el arrojo no es lo suyo. Además piensa, (pensar siempre lleva a caminos inesperados) y este ejercicio mental  le lleva a la conclusión de que la guerra tiene mucho de absurdo  y que los soldados no son más que carne de cañón en manos de los gobernantes y jefes militares. Se trata básicamente de disparar y bombardear  a otros seres humanos con los que tan solo te diferencia el lugar de nacimiento. La verdad es que así mirado es de locos. Posteriormente nos relata sus inicios como médico rural, donde tampoco acaba de levantar cabeza. El hombre viaja mucho.  Como por ejemplo a África, donde encuentra un trabajo en una  compañía francesa (una especie de Apocalipsis Now pero sin tiros) todo un fantástico testimonio del colonialismo. Deliciosamente demencial resulta su instalación en solitario en un pequeño poblado en el que es el único occidental y donde sustituye a otro empleado, igualmente desquiciado por el calor y la comida en lata. También se da  una vuelta por unos emergentes Estados Unidos donde tampoco acaba de encajar para finalmente instalarse como director de un manicomio en las cercanías de París. Desde luego toda una epopeya personal en la que es acompañado por una cohorte de novias, amantes, empleados, colegas y clientes a cada cual más grillaó.   

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