martes, 4 de febrero de 2014

Todos los hermosos caballos. Cormac McCarthy


          Vísperas de mucho días de nada. Así puedo definir mi primera experiencia con la obra literaria de Cormac McCarthy. Ciertamente ya tenía ganas de leer alguno de sus libros. Y es que el autor norteamericano para ser todo un escritor maldito (no concede apenas entrevistas, vive como un vagabundo, dice la mini-biografía que aparece en las solapas de la edición que he leído) aparece hasta en la sopa. Si, en cualquier listado que se precie de recopilar a las mejores firmas de la literatura norteamericana actual, siempre encontramos su nombre. Para aumentar su fama (no buscada al parecer por el autor, vuelvo a insistir,  según dicen sus biógrafos) son unas cuantas la películas en las que el guión de McCarthy está detrás. Tenemos, por ejemplo, a The Road, enorme película, enorme historia. Tenemos, por ejemplo, a No es país para viejos. Ídem, ídem anterior. Tenemos, por ejemplo, a El consejero creo que su última incursión cinematográfica y que me gustó bastante he de añadir. Y también, según puedo leer por que no la he visto, esta novela en la que estamos, Todos los hermosos caballos, también tuvo su versión en la gran pantalla (no la he visto). Resumiendo: Autor citado por la crítica, querido por su público y que sus guiones convertidos en largometrajes, al menos en tres ocasiones me han gustado.



      Y a pesar de todo esto reconozco que he me he quedado a 30 páginas del final. ¿Qué me ha pasado?, ¿Qué ME HA PASADOOO DOCTOOOR?



      Pues lo que me ha pasado es que yo creo que en ningún momento me ha acabado de seducir la historia del todo. Su forma de narrar, áspera, lacónica y descriptiva, no me ha enganchado. Tal vez sea la traducción. Y es que esto de la traducción es un problema. En el cine podemos ver la V.O con sus subtítulos pero esto en literatura no puede ser y tal vez la forma de narrar, ya digo parca, dura,  tal vez, insistamos de nuevo,  pierda con la traducción. Tal vez, o tal vez no. No lo acabo de tener claro.  




       En pocas palabras, algo habrá que decir, la novela nos cuenta los avatares de un par de jovenzuelos tejanos que se dirigen al sur, esto es a Méjico a buscarse la vida por allí. En el viaje se encuentran con un tercer chaval, este todavía más joven, que les acabará metiendo en un problemilla por el tema de la propiedad del caballo que monta.




      Un resumen breve ¿eh?




      Lo que si que tengo claro, vamos terminando,  es que las peripecias viajera (desde los States hasta México) del dueto de protagonista, por momentos terceto, es lo que más me ha gustado. Como se buscan la vida, como sobreviven en su odisea. Aquí es donde comprendo la admiración por el autor. Pero en cambio otras partes me han parecido aburridas, poco claras; vamos, la sensación que se tiene cuando decides dejar un libro a escasas 30 páginas. Por cierto, ahora estoy leyendo a Kundera y su Insoportable levedad del ser. Y oye, muy bien.

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