miércoles, 3 de octubre de 2012

En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann. Marcel Proust



           Intento fallido de acercarme a Proust, auténtico peso pesado de la literatura mundial. Apenas 90 páginas de la primera entrega de "En busca del tiempo perdido. Por el camino de Swann", han sido las que he aguantado antes de abandonar su lectura. Si, tal vez un poco frustrado por haber perdido el tiempo (chiste malo) y sobre todo por que este abandono lector, a diferencia de otros, no ha sido por que tuviera una mala opinión de lo que estaba leyendo, ni del autor, ni nada de eso. Simplemente me estaba aburriendo. No sé si me encontraba en la mejor disposición personal para enfrentarte a la tremenda lentitud de los diálogos. Creo que fue Woody Allen (fantástica su última película Desde Roma con amor) quien dijo que en el cine europeo se ve crecer la hierba. Pues aquí sucede lo mismo, todo es lentísimo. Eso si, uno reconoce, admite, la magnitud del la obra de Proust, la titánica tarea de buscar el tiempo perdido  y por supuesto puede comprender la hondura de los sentimientos, de las reflexiones, de las sensibilidades y  lo bien escrito que está. Pero, joder, insisto, si es que es lentísimo y  además , el niño, el prota, el narrador, pone un poco de los nervios. En fin, volveré a intentar meterle mano a esta famosísima obra de la literatura mundial, cuando tenga más tiempo, tal vez cuando me jubile allá con 75 u 80 años vaya usted a saber,  con o sin pensión que ya no queda nada claro.

Proust presionando su muela del juicio

           Y sobre la trama poco puedo decir de estas 80 ¿dije antes 90? páginas. De hecho ya casi ni me acuerdo; hay, insisto, un niño, unos padres, una chacha, y un tal Swann que les visita. El niño quiere el cariño de sus papás. Eso es todo lo que recuerdo.
Adiós.

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