Hace muchos años leí La conquista
del aire, novela en la que Belén Gopegui nos contaba una historia que se
puede resumir, de forma muy resumida eso si, con un dicho popular: Aquel que
dice “Presta dinero a un amigo y perderás el dinero y el amigo”. Más
concretamente nos contaba la historia de unos amigos residentes en Madrid en
los que uno de los personajes pedía dinero a sus amistades con objeto de
financiar una pequeña industria. Lo cierto es que la novela (luego hubo también
película, concretamente titulada Las razones de mis amigos) me gustó bastante. Curiosamente no había vuelto a leer nada de la autora, (tal vez si
empezara otro libro y lo dejara a las pocas páginas, pero no lo puedo
asegurar)- vaya memoria¡¡¡-.
Tal vez esa falta de interés por otras novelas de la autora (si me gusta
una novela de un autor suelo repetir, siempre o casi siempre) se debiera a que
las tramas de sus posteriores novelas no me resultaran atractivas o tal vez se
debiera a razones formales, es que no me acuerdo, demonios¡¡.
Sea lo que sea, volví a otra novela de Gopegui, concretamente a este Acceso no autorizado. La trama parecía un poco arriesgada, con uno de los principales
personajes siendo toda una vicepresidenta del gobierno (pero esto que
ehhghhss????, diría Mauricio Colmenero). Pero si, a pesar de lo algo imposible que parece el punto de partida de
la novela, trama paralela entre un hacker con serios problemas, entre la espada
y la pared y entre una oscura y mafiosa trama y los tribunales de justicia
española más la susodicha vicepresidenta del gobierno español ¿Salgado? ¿Fernández de la Vega?, que se
dedica a hablar con un virus informático (introducido en el ordenador personal
de su casa). Si, tal vez la trama puede parecer algo rebuscada pero hay que reconocer que también es atrevida en
el mejor sentido ya que pretende introducirnos (fictiaciamente obviamente) dentro de los círculos de poder
y observar cómo funcionan. El problema para mi no
es en que la historia resulte poco o mucho creíble (lo que ya es un problema en si mismo) , si no que a mitad de novela en mi opinión, se empieza a aturullar un poco.
Y en ese punto la abandoné. Me empezó a aburrir y sobre todo a dejar de
enterarme. A lo mejor fue culpa mía. El verano no es mi mejor temporada
lectora. Mis orgasmos de lectura los suelo alcanzar, no sé por qué, cuando hace
fresquito en la calle (si caen chozos de punta casi mejor) y uno se mete dentro de casa en el calorcito del hogar o
de la manta.
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