martes, 14 de enero de 2014

Inglaterra, Inglaterra. Julian Barnes


         La famosa "Marca España". Nuestros gobernantes patrios actuales parecen no cansarse de hablar sobre ella. Marca España por aquí, marca España por allá. Yo no sé muy bien si lo que quieren hablar es del dopaje, de la corrupción desmedida y del paro sin tasa. Ya sabemos que simplemente se trata de hacer publicidad, de hacer Branding (pijada) de nuestro país, pero hay que hacerlo bien coño, insisto, predicando con el ejemplo que precisamente no dan ni el dopaje, ni la corrupción ni mucho menos el paro estratosférico. Por eso, acabo la digresión, buena marca patria, en este caso no nacional si no simplemente literaria, es la  consecuencia de leer a Ian McEwan, auténtico santo de mi devoción, literario of course, recientemente descubierto por mi.



        Vamos que toda la parrafada anterior es para decir que mi lectura de la novela Inglaterra, Inglaterra de Julian Barnes se debe sin duda a que este último se le relaciona una y otra vez con el autor de Expiación por ser coetáneos y compatriotas.



       Pero he de decir que al menos en esta obra Barnes no me ha gustado tanto como lo leído (5 novelitas) de McEwan. Tal vez se deba a que la trama la vea un poco rebuscada, tal vez se deba a cualquier otra cosa. Lo cierto es que no he terminado su lectura, que si hay que leer se le, pero leer pa na, es tontería.



      En Inglaterra, Inglaterra se nos cuenta una historia bastante cercana. Un millonario decide construir todo un parque temático. No del juego con en el caso del fallido Adelson y si el de reproducir la perfecta copia de todo lo verdaderamente representativo, turísticamente hablando, de la pérfida Albión.



      Lo que más me ha gustado y por lo que tal vez le vaya a dar otra segunda oportunidad al autor inglés ha sido el tono humorístico y sarcástico de su narración, lo que por escaso se agradece sin duda. Lo que menos, las relaciones que se establecen entre los protagonistas que por momentos me han aburrido un mucho.



    En fin no ha habido mucho feeling entre el autor y el lector (yo). Para vengarme ya tengo preparado el Doctor Centeno de Galdós. Este nunca falla.

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