Mendizábal, titulo de la segunda entrega de la tercera serie
de los Episodios Nacionales de Galdós, es el nombre, mejor dicho apellido, de uno de los políticos más conocidos de la
historia de España. La razón de su celebridad tal vez de deba a que su famosa
desamortización es uno de los episodios históricos más conocidos de todo el siglo XIX. Y
es que parece que este asunto desamortizador ha sido estudiado desde hace mucho, si no en la tierna
infancia, si en la impetuosa adolescencia/juventud de los estudiantes españoles.
Al igual me sucedió a mí.
Revisar una biografía del político gaditano y leer a Galdós resulta, a efectos de conocimiento del personaje, prácticamente lo mismo. Simplemente el escritor canario nos lo novela. Así tanto
en uno como en otro lugar vamos a enterarnos de la ardua y aventurera vida
de este personaje que fue, entre otras cosas, proveedor del ejército nacional, exiliado en
Inglaterra, pieza clave en la política portuguesa de su tiempo y uno de los políticos que mayor expectación suscitó. Curiosamente,
también nos enteramos de esto, mudó su apellido pasando de un Méndez a un Mendizábal,
tal vez por el carácter judío que pudiera tener el primero o tal vez buscando
el prestigio que por aquella época debía de
tener lo que sería una inicial emprendedora burguesía vasca.
El señor Mendízabal |
Para acercarnos a la vida y obra de Mendizábal, Galdós, como no, se va a servir de una grupo de personajes ficticios que parece nos van a acompañar en más entregas de la tercera serie de sus casi interminables (46) episodios.
Como por ejemplo Fernando Calpena el nuevo héroe, que
promete, por cierto, ser un buen sucesor
de pasados personajes como Gabriel (en
la primera serie) y Salvador Monsalud
(en la segunda). Al igual que ellos es joven, y al igual que los jóvenes es
impetuoso, y al igual que los impetuosos comete errores. Con su llegada a
Madrid, (parada definitiva en la Calle de Alcalá y alojamiento en una pensión
de la calle Caballero de Gracia) se inicia la novela. También es en estas
primeras páginas donde nos vamos a encontrar con otro personaje fundamental, el
cura Hillo, compañero de pensión primero y luego de todo tipo de aventuras político-sentimentales.
La instalación de Calpena en Madrid, su oscuro pasado y más
extraño presente le lleva a conocer y hacernos conocer otros ambientes de la
capital. Como las covachuelas de la administración, impresionante la
descripción de la vida funcionarial de hace 180 años, de la que sacamos en claro
que parece que poco ha cambiado la cosa hoy en día. También resultan muy interesantes las
referencias al ambiente cultural del
momento, con el romanticismo más que presente, u otros ambientes más
comerciales como el del gremio de los joyeros representados por la pérfida
Zahón.
En definitiva un episodio más, no de los mejores, no de los
peores, con, quizás, un exceso de folletín, pero eso si con momentos de una
calidad e interés sublime.
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