Libro casi
imprescindible para todo aquel interesado en la historia contemporánea europea
y que entienda al conocido como viejo continente como un lugar de encuentro de
sus habitantes y no de división.
El autor
austriaco nos cuenta en una especie de autobiografía, (más bien un compendio de
sus recuerdos) como era el mundo, su mundo, antes de que la Primera Guerra
Mundial y más tarde el fascismo, lo destruyera casi totalmente. Eso si, no tuvo
paciencia. De no haber tomado la decisión de suicidarse junto a su mujer en
1942, se hubiera alegrado de saber que después de la catastrófica II Guerra
Mundial en Europa se edificó algo de lo más parecido a un gobierno democrático
europeo de la historia.
Pero este
hombre en 1942 estaba deprimido. Como para no estarlo. Judío, hombre de letras,
antibelicista y antinacionalista y sobre todo buen burgués, todo lo que le
ofrecía los nuevos tiempos no le gustaba mucho. Lógico. Como a cualquier
persona sensata. La barbarie se había cebado en su propio mundo, en el corazón
del continente en forma de gran guerra primero, uego más tarde en forma de radicalismos,
nacionalismo y persecución a los judíos, para desembocar en la Segunda Guerra
Mundial.
Zweig nos
cuenta muchas cosas, por ejemplo, como pasó de ser una persona respetada, un
escritor conocido que se codeaba con la intelectualidad de su momento, un
burgués de vida placentera y estimulante a convertirse en un apátrida, un perseguido
que tenía que vagar por Europa primero y luego atravesar el océano para poder
encontrar alguien que le acogiera.
Pero esto nos
lo cuenta ya al final, anteriormente y por hacer un breve resumen, nos habla de
los viejos tiempos, aquí parece que si es cierto aquello de cualquier tiempo
pasado fue mejor; nos retrata la Viena de su infancia y juventud, cuando la
ciudad no era la capital de un pequeño país sino de todo un imperio. Una época
que el la define como de la seguridad.
Una seguridad que se trocó con el advenimiento de la Gran Guerra, de la que nos
relata en primera persona los días previos con el asesinato de Francisco Fernando,
el heredero, en Sarajevo. Nos cuenta magníficamente el ambiente en el que se
recibió la noticia, el que conoció Zweig, creo que estaba de vacaciones en
alguna paradisiaca playa belga.
Nos habla
igualmente del ambiente bélico que se fue gestando entre las gentes, un fervor
guerrero que visto en perspectiva y visto sobre todo con las consecuencias que
tuvo, nos deja bastante anonadados y contrasta tremendante con su postura
personal de rechazo personal a la
guerra, nada bueno va a traer esto, debió de pensar acertadamente y de muchas
otras cosas, de los soldados que iban al matadero, de las consecuencias de la
guerra, de los riesgos de la revolución, el es un burgués, de la hiperinflación
que azotó también a Austria, la famosa es la alemana. Y de muchos
acontecimientos históricos.
Otra parte muy
interesante del libro es en el que nos habla del ambiente intelectual del momento.
Retrata una sociedad de antes de la guerra, en Viena, donde había una gran
sensibilidad por todo lo cultural, se ve que los deportes todavía no habían
quitado el sitio a la cultura. Nos retrata su relación con intelectuales de
todo tipo donde creo que destacan los poetas, los dramaturgos y los músicos.
Son muchos los personajes del mundo de la ciencia y de la cultura de los que
nos habla, por ejemplo Freud.
En definitiva,
no sé si me repito, un libro de los que deja huella, y que tiene una vigencia
absoluta. Por cierto, en pleno vuelta de los nacionalismos, tremenda su frase
donde habla del comunismos, el nazismo y el nacionalsocialismo como auténticos
peligros, nada comparados según el con el nacionalismo, la mayor de las pestes
y que pone en peligro la convivencia entre los seres humanos.
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