Por
más que lo intente Pérez Reverte, Trafalgar, la novela, es la de Galdós. Santa
Rita Rita lo que se da no se quita. Galdós fue el primero y aunque reconozco no haber leído Cabo
Trafalgar, si que he visto unas cuantas
entrevistas al ex-reportero de guerra y de lo que cuenta sobre su novela no acabo de encontrar
nada realmente novedoso respecto a la versión galdosiana. Salvo error u
omisión, admito.
Mismamente
en la última entrevista que he leído en la que Pérez Reverte era preguntado por el papel
desempeñado por algunos protagonistas en la batalla, como Churruca, Gravina, Alcalá
Galiano o el principal responsable de la coalición, un francés de apellido Villenueve, sus respuestas y opiniones no difieren en mucho o en nada diría yo, de las que nos hace Galdós a lo largo de toda la novela y muy especialmente en una especie de breve resumen que nos deja al final.
Dejemos
esto que además no tengo nada contra Pérez Reverte.
Trafalgar, la primera de las entregas de los Episodios Nacionales, es todo un modelo, un prototipo, de lo que serán las cuarenta y tantas entregas siguientes. Esa fantástica mezcla, marca de la casa, entre historia y ficción. Una historia que nos cuenta los prolegómenos, el desarrollo y las primeras consecuencias de una de las más famosas batallas de nuestra historia. La que tuvo como protagonistas a la extraña coalición entre franceses y españoles, frente a los ingleses en el año del señor de 1805 y que se saldó con la derrota de los mediterráneos, pese a jugar en casa, apunto. Trafalgar supuso, dicen los entendidos, todo un tiro de gracia a nuestro país, muy especialmente en lo que se refiere a nuestro poder militar en el mar, con consecuencias, malas, a corto y medio plazo sobre todo en lo que respecta a nuestra importancia y correspondiente peso a nivel internacional.
Y
por supuesto tenemos la trama novelesca protagonizada fundamentalmente por el
primer héroe de los Episodios.
Gabriel, Gabrielillo, un mozalbete de apenas catorce años que siguiendo a su amo
se va a infiltrar en todo el cogollo de la historia y por el que vamos a
conocer, como si llevara una cámara en el cogote, esos acontecimientos
históricos condimentados con otros matices novelescos.
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