jueves, 24 de mayo de 2012

Historia de dos ciudades


         Año de aniversario de la muerte o nacimiento de Dickens, no lo sé, y primera novela que recuerdo haber completado de leer  del escritor inglés. Si, quien sabe si hace ya años empezara la lectura de esta Historia de dos ciudades. Tal vez lo tuviera que hacer debido a que su lectura formara parte de algún trabajo escolar ya que dudo lo iniciara por propia decisión, en tanto en cuanto cuando era un crío no era muy aficionado a leer y menos todavía una novela ambientada en una época donde los personajes, según podría ver en alguna ilustración, vestían con esos abrigos largos y llevaban en su cabeza unos cabellos o pelucas rizadas al gusto su tiempo. Aquí abajo tenemos mismamente un retrato del autor. ¿Es este tipo atractivo para algún niño normal?


         
         Pero claro con los años uno evoluciona y un montón de tiempo después, si que soy aficionado a la lectura. Y después de muchos años lectores he descubierto que los clásicos son normalmente una apuesta segura. Y en el caso de Dickens, y más concretamente, de esta novela, lo he confirmado.
         
          Historia de dos ciudades, todo un culebrón de tintes folletinescos, nos cuenta los avatares de un grupo reducido de personajes,  (de unos sabemos mucho, de otros algo, y de otros nada, ahí está la gracia de la novela) en el contexto de la Revolución Francesa.  De todo el grupo de personajes personalmente me hace mucha gracia Lorry el “directivo” del banco Tellson, ahora que los bancos, y con razón, están en el punto de mira por la crisis. Desde luego las "entidades financieras" de aquellos años serían muy diferentes de los actuales empezando por su tamaño, pero además los valores de Lorry no parecen los de los banqueros de hoy en día.

        No voy a desvelar nada de la trama, ¿pa qué?, pero si resaltar que me ha parecido una novela muy interesante, donde pasan cosas, y aunque tal vez superficialmente, se  muestran valores  universales del ser humano como,  y valga la redundancia, el valor, la generosidad, el compromiso  o la amistad, amén, del inevitable amor (ya hablamos de que algo de folletín, a gusto de la época hay).

          Escrito por entregas,  publicadas en la prensa de su tiempo (esta forma de publicar una novela era muy típica por aquellos años, y sin ir más lejos en España también sucedía) el libro tiene un componente histórico, aunque me da la sensación de  que muy superficial. No estamos ante la exactitud y meticulosidad, ni mucho menos, de los Episodios Nacionales de Galdós, pero creo que si se recrea el ambiente de los años más duros y sangrientos de la Revolución Francesa.

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