Fin de la segunda serie de los Episodios Nacionales. Y promesa del autor (diciembre 1879) de no continuar con esta empresa. Pero de eso hablaremos al final…
Con un faccioso más y algunos frailes menos, nos adentramos en los inicios de la Primera Guerra Carlista. En Madrid se va cociendo la escisión política, militar y civil que conducirá al país irremediablemente al conflicto. En la calle y en las tabernas, como no, el ambiente se caldea. No son pocos los personajes que medran y preparan sus posiciones. Hay que saber quien está con quien. La muerte del rey acaba por desencadenar unos acontecimientos ya muy gestados. Sobre el fin del monarca Galdós escribe lo siguiente:
En la madrugada del 30, la descomposición selló la muerte del Rey para que nadie pudiera dudar de ella. Estaba escrito que la conclusión de aquel reinado fuera en todo conforme al reinado mismo. Entrégose el cuerpo a la etiqueta, que hizo con él lo que es rigor en tales casos. Dejémosle en poder de la mayordomía, que le lleva de ceremonia en ceremonia hasta depositarle en El Escorial. La Corte, los pueblos, le veían pasar sin sentimiento. No ha habido rey más amado en su juventud ni menos llorado en su muerte. (..)
Siguiendo a Monsalud nos adentramos en la Navarra facciosa. El alavés abandona Madrid y se dirige a Pamplona. Quiere encontrar, motivos personales, al enfermo y enloquecido Carlos Navarro, deseoso por unirse y comandar las tropas carlistas. Por los valles de Amezcua y Baztan, en las cercanías del Pirineo Navarro, andan las tropas facciosas. Y Galdós, por supuesto, nos deja inigualables descripciones. Como, por ejemplo, esta:
Una noche del mes de julio presentarónse las facciones en Elizondo. Bajaban por aquellos cerros, como bestias hambrientas, y sus gestos, sus pisadas, la viveza de su andar, el estrepito de las armas, ponían miedo en el corazón más esforzado. Por todas las entradas del valle aparecían cuadrillas de facciosos vestidos, vestidos de zamarra, cubiertos con la boina blanca o azul, y calzados con alpargatas o zapatos rotos. Al anochecer Elizondo estaba lleno, y aún entraban más. La ferocidad pintada en los semblantes no excluía la expresión de sufrimiento por las privaciones y trabajos; pero estaban alegres, reían y se las prometían muy felices. En las filas se codeaban los muchachos con los viejos, y al lado del niño, precoz guerrero lleno de ilusiones de gloria, marchaba el veterano, fogueado en las campañas heroicas del año 8. Las estaturas eran tan desacordes, que la bayoneta del enano tocaba los doblados hombros del gigante. Por la desigualdad, por la irregularidad, por el valor ciego y salvaje, por al fe estúpida y la sobriedad casi inverosímil, a ningún ejército conocido podrían compararse, como no fuera a los ejércitos de Mahoma.
La segunda parte del nombre del título del libro hace referencia a un terrible acontecimiento histórico como fue el asesinato de religiosos desencadenado en Madrid el 17 de julio de 1834. El falso bulo del envenenamiento del agua en la capital hace que una turba descontrolada ataque y asalte locales religiosos. La guerra civil está ya en marcha. Impresionantes páginas desde luego.
El Episodio termina con dos especies de epílogos. Uno en boca del héroe Monsalud, el cual tras analizar sus aventureras andanzas en los casi 20 años en los que nos ha acompañado por esta segunda serie de los Episodios, no puede evitar ser pesimista pensando en el futuro de nuestro país. Al respecto se nos cuenta lo siguiente:
“Declarando todo su pensamiento, aseguró que no esperaba ver en toda su vida más que desaciertos, errores, luchas estériles, ensayos, tentativas, saltos atrás y adelante, corrupciones de los nuevos sistemas que aumentarían los partidarios del antiguo; nobles ideas bastardeadas por la mala fe, y el progreso casi siempre vencido en su lucha contra la ignorancia”
Y finalmente el epílogo del autor al respecto de su propia obra literaria. Curioso párrafo desde luego. Galdós, evidentemente, rectificó posteriormente.
"Basta ya.
Aquí concluye el narrador su tarea, seguro de haberla desempeñado muy imperfectamente; pero también de haberla terminado en tiempo oportuno (vayasé lo uno por lo otro)(..). Los años que siguen al 34 están demasiado cerca, nos tocan, nos codean, se familiarizan con nosotros. Los hombres de ellos se confunden con nuestros hombres.(…). Quédese, pues, aquí este largo trabajo, sobre cuya ultima página ( a la cual suplico me sirva de Evangelio) hago juramento de no abusar de la bondad del público añadiendo más cuartillas a las 10.000 de que constan los Episodios Nacionales. Aquí concluyen definitivamente estos (…)."
No hay comentarios:
Publicar un comentario