Verano, de J. M. Coetzee, resultó ser el mejor libro del año 2010. Esta llamativa declaración la acabo de encontrar en Internet tras teclear en Google título y autor. Al menos así lo consideró Babelia, suplemento literario de El PAÍS. Curioso, me ha resultado saber eso, que acabo de terminar un libro considerado por la crítica el number one de su año. Y es que siempre me ha llamado la atención esas listas que elaboran los especialistas en la materia acerca de lo mejor del año, lógicamente cuando este termina. Una de las cosas que verdaderamente me fascinan de estas clasificaciones, no sé a ustedes, es la cantidad de autores para mi desconocidos que aparecen incluidos. Y no me refiero simplemente a literatura. Igualmente sucede en otros campos del entretenimiento o del arte, mismamente la música. También me llama la atención, me pregunto, volvemos a lo literario, si todos los libros listados han sido leídos (enteramente) por todos los críticos que intervienen. Bueno, sea lo que sea lo que quiero decir es que me sorprende y encanta haber leído todo un "libro del año" ¡¡y sin saberlo previamente¡¡. Y eso que, he de adelantar, cuando leía Verano pensaba que tenía entre manos algo menor, una novelita sin mayores pretensiones de un autor consagrado, como el sudafricano, todo un premio Nóbel. Es curioso, insisto, que me parecía que debía de ser una novelita más entre tantas otras del autor. De hecho me decía a mi mismo: "Después del verano leeré alguna de sus novelas importantes".
Dicho todo lo anterior tengo que continuar diciendo, creo no haberlo mencionado antes, que Verano me ha gustado mucho. Para
empezar el planteamiento, a modo de falso documental: Un periodista trata de recomponer la existencia del autor, Coetzee, recientemente fallecido, visitando a algunas de las personas que le conocieron en los años previos a su éxito más masivo. Toda una autobroma, casi macabra, que, lo importante, nos va a adentrar en un asunto fundamental: Cómo nos ven los demás, qué imagen tienen realmente
de nosotros y en definitiva cómo eres (a los ojos de los otros). El
resultado es desde luego muy interesante. Y hay que decir que Coetzee no
practica el autobombo. No es del tipo Mourinho. A través de los ficticios (o no) personajes que aparecen en el libro, el autor queda retratado una persona
un poco extraña, nada atractiva, ni física ni personalmente a las mujeres, aunque eso si con un cierto halo (como buen escritor) entre intelectual y misterioso. Desde luego han sido justamente los
capítulos protagonizados por algunas de las mujeres que pasaron de una manera u otra
por su vida los que más me han gustado. Parecen bastante creíbles y desde luego la imagen que pintan del
autor (y de su padre) tienen lo suyo. Pero igualmente interesante para mi es
conocer un poco de esa sociedad sudafricana justamente en los años que supondrían el final del sistema del Apartheid.
Después
del verano desde luego seguiré leyendo a Coetzee Muuuy recomendable.
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