martes, 31 de mayo de 2011

Yo Claudio. Robert Graves

             Curioso lo que me ha pasado. Tercera vez que leo este libro y quizás la que menos me ha gustado. No tengo ni idea del porqué. Tampoco conozco la razón por la  qué  he empezado escribiendo esto. Dicho queda. Así que tengo dos opciones. O borrarlo, empezar de nuevo, y hacer esto como Dios manda, (paso, esto es un simple entretenimiento y tengo otras cosas que hacer) o continuar y seguir hablando de las razones de por que me ha gustado menos.  Lo primero, pienso,  no he cogido el ritmo adecuado de lectura. Dos, ha apretado el calor. Mi temporada lectora tiene mucho que ver con la temperatura. Cuanto más frío (manta, doble calcetín) más agustito estoy leyendo. Tres,  mi cerebro no estaba para romanos. Cuatro, quizás mi enfermiza adicción a Galdós ha puesto el listón muy alto. El Yo Claudio que recordaba, ameno, divertido a veces, amén de didáctico, interesante, curioso y cualquier otro adjetivo que quieran, no lo ha sido tanto. Con ello no quiero desanimar a nadie. Ya digo, la tenía, la tengo y la tendré, a Dios pongo por testigo,  por una gran novela.

         Reconozco que es una forma extraña de publicar una entrada.  Uno de los objetivos de este blog, además de forrarme,  es motivar  la lectura de los libros que aquí se comentan. Y claro, si así lo hago es por que creo que así es.  Pero ahhhh..,  no podría dormir bien con la mala conciencia de no haber dicho toda la verdad a mis escasísimos lectores. Ojo,  insisto, novela más que recomendable, y, sin duda alguna, uno de lo hitos de la novela histórica.
        Sobre el libro, lo siguiente.
        Yo Claudio, como la mayoría de la gente conoce (especialmente los más talluditos), aunque solo sea por la exitosa serie televisiva, nos relata aquellos tiempos, voy a decirlo de forma culta,  en el que los romanos "partían el bacalao/ lo petaban",  en Occidente.  Hasta cuatro emperadores desfilan, si no me equivoco, por aquí. Augusto, Tiberio, Calígula y el propio Claudio. Dichos emperadores son las cabezas visibles de una élite, una casta política, basada en auténticos clanes familiares. Sus intrigas, disputas,  venganzas y luchas de poder suponen el noventa por ciento del libro. Livia, abuela de Claudio es sin duda alguna el paradigma de los intrigantes, toda una "Maquiavela" de su tiempo, perdonen el anacronismo.
           Se agradece que el autor de esta novela Robert Graves, sea  todo un conocedor de aquellos tiempos.  Bien, lo que leemos ciertamente es ficción, pero podemos creer,  a pies juntillas, las maneras de comportarse, relacionarse, creencias religiosas,  costumbres e historia militar de aquel tiempo. Claudio,  el personaje fundamental,  lo tiene todo para ser querido por el lector. Una especie de Woody Allen en romano, torpe, poco agraciado, pero tremendamente inteligente, observa con resignación todo lo que le pasa. Observamos  su poco aguante ante las terribles costumbres de su tiempo  y vemos como asiste, no le queda otra,  a las crueldades llevadas a cabo especialmente por sus propios familiares sobre el mismo o terceras personas. No faltan, claro está, pasajes memorables como aquel en que le es presentado su primera esposa, ante el cruel regocijo de su propia abuela.
           Ya digo, novela desde luego muy  recomendable a todo aquel que  quiera adentrarse el el mundo romano o simplemente conocer un poco más sobre el alma humana, todavía más deshumanizada, creo, que hoy en día.
           Poco más que decir, tampoco me apetece estrujarme el cerebro mucho más que no puede ser bueno con esta caló.. Además encontrar información sobre estos años, escrita o virtual está chupao.

lunes, 16 de mayo de 2011

La trampa de la globalización. Hans Peter Martín y Harald Schumann

           Son innumerables las novedades editoriales que nos hablan de la crisis económica actual. Esta crisis, por tanto,  no lo ha sido tanto para los economistas, o mejor dicho, para los escritores economistas. Y tampoco desde luego para sus editoriales. Y por supuesto las librerías  lógicamente, les han dado lugar destacado. Por otra parte otro de los debates más comunes es si la crisis actual se pudo o no pronosticar. Algunos se atribuyen haberlo hecho y seguramente tendrán razón. Pero para ver las cosas en perspectiva lo mejor es alejarse unos años. Justamente es esa razón, intentar ver las cosas con un poco de perspectiva, la que me ha hecho volver a releer este libro publicado en  1996 por dos periodistas alemanes. Lo primero que he de decir es que lo he entendido mejor que entonces ¡¡ bien¡¡. Voy aprendiendo¡¡.  Lo segundo es que no recordaba que los autores realizaran algunos augurios. Y mucho menos pensaba que sería tan interesante incluso divertido ver en que han quedado los pronósticos. Cuales eran acertados y cuales no.
             Antes de hablar de sus  fallos o aciertos, un pequeño resumen. El libro nos presenta la tesis de que la globalización, esto es la máxima interrelación económica entre las diferentes partes del mundo, favoreciendo tanto el libre comercio,  como las deslocalización de las empresas, entre otras características,  no iba a ser positivo para el común de la gente. Haciendo referencia sobre todo a una Alemania por aquellos años en pleno proceso de unificación sus tesis se pueden extender al resto de Europa y al mundo en general.  Más que estar en contra de la mencionada globalización, está en contra de cómo se ha llevado a cabo. Y sobre todo analiza el impacto en la clase media de Occidente a la que augura tiempos difíciles ¿Han acertado?
             Volvemos a las predicciones. Lo que más me ha llamado la atención es su equivocación respecto a su propio país. Los autores pronostican que el paro arrasará en Alemania. Aquí parece que no han acertado. La economía alemana, después de haber digerido la integración del Este, marcha como  una locomotora y parece que  están necesitados de trabajadores extranjeros. "Vente para Alemania Pepe" vuelve a estar de moda.
            Pero por supuesto el libro está lleno de aciertos algunos de los cuales los vemos en los extractos de abajo. En general el proceso de globalización ha llevado a la destrucción de empleos en  Occidente que han ido a parar a otros países. Ya sabemos en que condiciones laborales trabajan por allí,  aunque lo cierto es que algunos empezaron siendo la factoría barata y están terminando por convertirse en países de gran desarrollo. La denuncia de la desregulación en los mercados financieros está más que justificada. De hecho 15 años después se la cita como una de las principales, si no la principal, causa de la crisis actual que tambalea, una vez más,  a 16 de mayo la economía europea.
             Hablando sobre la crisis de Méjico ( ya olvidada)  los autores nos dejan esta frasecita: "Como dirigidos por una mano invisible el Gobierno de la superpotencia EEUU, el antaño todopoderoso FMI y todos los bancos centrales europeos se sometieron al dictado de una fuerza superior cuya capacidad de destrucción ni siquiera podían evaluar: el mercado financiero internacional". (pág., 62)

            Otro:  "Pero precisamente por eso, la política de integración global practicada hasta ahora no tiene futuro. El libre comercio mundial no puede mantenerse sin un seguro social público (..). Pero el riesgo que emana del desarrollo anárquico de los mercados trasnacionales es el mismo ahora que entonces. Otra vez vuelve a estar en el aire un crash mundial de las Bolsas, los jugadores de billar en la plaza del mercado electrónicamente conectado de las finanzas mundiales lo saben mejor que nadie".
Por lo que puedo ver siguen dando caña
Harald Schumann

martes, 10 de mayo de 2011

Tiempo de silencio. Luís Martín Santos

           El que una novela esté ambientada en la ciudad de Madrid es un plus para mí. Tanto si retrata los tiempos actuales, como si habla de los pasados. Claro, uno lleva viviendo aquí toda la vida y todo suena cercano. También se aprenden cosas. Pero sobre todo a uno que le gusta caminar por la ciudad, la lectura de novelas con unos añitos,  le ayuda  imaginar aquellos viejos tiempos.
           La trama de Tiempo de Silencio, que a algunos también le puede sonar si han visto la película, nos presenta a un joven estudiante de medicina, una especie de becario, que se dedica a investigar el desarrollo de la enfermedad del cáncer, experimentando para ello con ratones. Estamos en Madrid, hacia el año 1960 aproximadamente, la novela se escribe en el presente, y nos encontramos con una ciudad pobre, retrasada,  donde prolifera la marginalidad que tiene su mayor representación en el mundo de las chabolas, mísero mundo donde  el joven proyecto de médico encuentra a su proveedor ratonil, tras haber agotado la rama mantenida en el laboratorio.
             Pedro, el investigador -estudiante, tiene su residencia en una casa de huéspedes en la zona de Antón Martín. Para la familia propietaria, un mujerío compuesto por  abuela, madre y  nieta, se trata de su mejor cliente. Prestigio para la pensión tener a gente respetable como el protagonista y sobre todo candidato deseado para integrarse en la familia. La nieta a sus escasos diecinueve años, es, a los ojos de la abuela, bastante alcahueta, la media naranja ideal para el médico.  El ambiente de la pensión nos retrata fantásticamente la sociedad de aquellos años, donde el problema de la vivienda era importante en una época de gran emigración del campo a la ciudad. Hasta ahora la trama habla de chabolas y pensiones. Para encontrar mejor alojamiento nos vamos al siguiente párrafo.
                Y es que otro personaje fundamental,  Matías, el amigo de nuestro estudiante de Medicina, nos introduce en el Madrid más elitista,  de la clase alta, un Madrid educado y con cierta riqueza. Una clase social que vive en mejores pisos y que puede proveer no solo de dinero si no de oficios necesarios, como un abogado,  cuando, por ejemplo, es el caso,  se tiene un problema con la justicia. Con Matías y Pedro el autor también nos hace darnos  una vuelta por el mundo de la noche. Los prostíbulos, parecen, a quien los puede pagar, y seguro que los había low cost, uno de los entretenimientos habituales de los jóvenes. Y por supuesto, como hoy, se bebe mucho. Curiosamente los protagonistas,  estudiantes, buscan alcohol barato y en cantidad. ¿Nos suena algo esto? Y el joven también puede amanecer con vomitona en la cama.
           Y para más similitudes con los tiempos actuales,  un prestamista amigo (o algo más) de la familia  propietaria de la pensión no puede si no sentir nostalgia de tiempos pasados. “Antes la palabra de alguien bastaba. Ahora todo da asco", (Coño, como a Mourinho)

         Tiempo de silencio recuerdo que la leí hace muchos años, obligado casi seguro por algún deber escolar. Y eso me resulta incomprensible, ya que no es, al menos alguna de sus partes, en absoluto fácil de leer. No, no es ningún best-seller histórico escrito por tertuliano-presentador.
          Inevitable terminar haciendo referencia al autor, Luis Martín Santos. Una trayectoria importante como escritor que desde luego le auguraba un gran futuro literario y tal vez político (formó parte de un clandestino PSOE), y que se truncó trágicamente por un accidente de tráfico. Y es que en el aspecto que nos ocupa ahora, el literario, lo cierto es que me ha sorprendido mucho su estilo dicen que innovador. Narración en primera persona combinada con otra más descriptiva, pero sobre todo ese lenguaje difícil, rebuscado, tal vez algo pedante, tal vez, seguro, algo experimental,  pero de un manejo del idioma fantástico, con un curioso uso de la sintaxis alargando las frases, enlazando presente y pasado y reflexionando sobre el ser humano, la historia o nuestro país. No es fácil de leer pero desde luego impresiona su habilidad.
         Y por último, y aquí va la despedida,  esto da para escribir pero mucho, resaltar que el libro sufrió el azote de  la censura. Publicada la novela con retraso y amputadas casi una docena de páginas, hay que esperar según nos cuentan los especialistas, hasta 1980 para que aparezca, con el autor fallecido hace mucho tiempo, la obra completa, sin cortes. No me extraña. Desde luego, la imagen del Madrid de la época, de la sociedad de su tiempo,  la imagen real por otra parte, debería  de incomodar al régimen. Por no hablar de algunas alusiones más o menos veladas a la situación política